Cómo podemos acompañar a nuestros hijos cuando tienen miedo.
Acompañar las emociones de nuestros hijos es fundamental para el desarrollo de la inteligencia emocional.
Para comprender...
Para poder acompañar a nuestros hijos cuando tienen miedo, es importante que nosotros sepamos qué es el miedo, qué función tiene, y cómo gestionarlo.
El miedo es una reacción de nuestro organismo ante una situación que se percibe como peligrosa, o amenazante. Gracias a ello, nuestro cuerpo puede prepararse para la lucha, la huida o la parálisis. Forma parte de nuestro cerebro más primitivo, pues su función principal es garantizarse la supervivencia. Por lo que es un proceso natural.
¿Qué sucede?
A veces sentimos miedo, y no parece haber una amenaza externa, pero de alguna manera ese organismo se pone en “alerta” pues siente o percibe amenaza a la supervivencia.
Esta reacción tiene una razón de ser, es decir, puede surgir porque se presenta algún estímulo en una situación actual que nuestro organismo asocia a una experiencia pasada que se vivió con temor y no quedó resuelta en el momento. Por ejemplo, si un niño tuvo una mala experiencia con un perro, puede pasarle que desde ese momento tenga miedo a los perros.
Las cosas inesperadas o que acontecen repentinamente, también pueden generar esta reacción. Por ejemplo, es habitual que un bebé se espante por un ruido repentino, o que se asuste ante ciertas características físicas (una persona con barba, o gafas...) si no tiene experiencia de ellas en su entorno cercano. Algo inesperado y que no es de extrañar, es que rompa en llanto porque alguien que no conoce muestra intención de tomarlo en brazos, aunque se trate de un familiar.
Los niños pueden experimentar miedos ante distintos estímulos, dependiendo de la edad que tengan será más probable que expresen unos u otros. Ya he comentado algunas cosas que pueden asustar a un bebé. Pongamos ahora, a un niño de unos dos años. A esta edad es común que sientan miedo ante la separación de la figura de apego. Esto es importante saberlo, porque muchos niños a esa edad van a la guardería, y los papás a veces no se explican como un año antes el niño se separaba sin problemas, y ahora le cuesta mucho.
A medida que el niño va creciendo, pueden presentarse otros acontecimientos que le provoquen miedo, como soñar o tener pesadillas, sus propios pensamientos o imágenes mentales (monstruos...), ir a la escuela, el dolor físico, ir al médico, la muerte,…
¿Qué necesita el niño?
Necesita saber que está a salvo y seguro. Que la situación está controlada. Si somos capaces de transmitirle esto conseguirá regularse. Y lo conseguirá en la medida en que sienta que estamos a su lado, que lo acompañamos (física y emocionalmente). Así podrá integrar esa experiencia y aprenderá a gestionar aquello que le da miedo.
¿Qué sucede en el cuerpo?
Cuando una persona tiene miedo, de alguna forma el organismo percibe algún tipo de peligro, por lo que corporalmente hay una sintomatología (aumento del ritmo cardíaco, sudoración, respiración superficial, llanto …), que puede ser de mayor o menor intensidad. Bajo esas circustancias lo primero que podemos y debemos hacer es acompañar la regulación física del niño. Para ello utilizaremos nuestro propio organismo, como si de un soporte o ancla se tratara.
¿Qué puedes hacer como padre/madre?
-Detectar qué le da miedo y estar disponible en esos momentos.
-Ponerte en sus zapatos, empatiza con los sentimientos de tu hijo. Percibe como se debe sentir, como te sentirías tú en su situación si tuvieras su edad.
-Muéstrate cercano/a.
-Acepta sus sentimientos.
-Transmítele que estás a su lado, y que sabes lo que hay que hacer. Es decir, que perciba en ti tranquilidad, estabilidad y seguridad. Tu calma le ayudará. Es importantísimo que pueda apoyarse y depositar su confianza en ti. Este es un paso fundamental en el desarrollo de la confianza en sí mismo para situaciones futuras.
-Facilitar la comunicación y expresión de sentimientos del niño.
¿Cómo puedes hacer eso?
-Con naturalidad. Date cuenta del lugar que ocupas y de la importancia de tu papel.
-Gracias a tu tranquilidad, se tranquilizará.
-Prepárate con anticipación siempre que puedas. Si es algo que lo ves venir, trata de visualizar posibilidades de lo que puedes a hacer cuando estés en la situación.
Por ejemplo, si a tu hijo le da miedo apagar las luces e ir a dormir, puedes probar poner tu energía en aprender a crear un clima de confianza antes de ir a dormir, leerle unos cuentos, poner una pequeña luz,.… incluso puedes contarle si a ti te pasaba de niño/a, cómo lo gestionaste.
-Cuida tu diálogo interno. Utiliza “mantras” o frases internas para decirte a tí mismo/a y situarte como un buen acompañante.
Algunas pueden ser, “Confío en mi y comparto esta confianza con mi hijo/a ”. “Sé que todo está bien”, “Soy lo suficientemente fuerte para sostener a mi hijo con amor y confianza en cualquier situación”, haz tus propios mantras, elige frases que para ti tengan sentido ...
Los pensamientos generan una vibración, si tus pensamientos son de paz, amor y confianza, tu estado emocional estará en coherencia a esos pensamientos y tu hijo recibirá el mensaje.
¿Cómo crees que tu hijo/a se quedaría en la guardería a gusto, si tu internamente estás pensando que la maestra con la que le vas a dejar no te gusta, o que no es de confianza, o lo que sea? Si decides dejarlo con esa persona es porque confías y si no lo haces no deberías dejarlo ahí. Nuestra actitud determina cómo vivimos las cosas y lo que transmitimos.
Errores más comunes :
-Racionalizar en exceso. Como adultos puede ser que nos parezcan desproporcionadas algunas reacciones, aceptar que a tu hijo aquello le da miedo es un paso importante y aprender a comprenderlo sin juicio es otro.
Por ejemplo si a tu hijo le asustan las agujas y tienes que vacunarle, el “si no duele nada” sabes perfectamente que no le va a servir. Quizá más bien, “te tendré en mis brazos y te prometo que estaré a tu lado”.
-Ver a los niños como adultos. A veces cometemos el error, de darles muchas explicaciones, y ellos no tienen porqué entender nuestro razonamiento adulto.
-Preocuparnos en exceso. Este es sin duda algo bastante común. A veces pasa que sentimos tanto el miedo del niño que es como que se nos contagia, con lo que empiezas a preocuparte. El niño al verte preocupada, se asusta más, y esto te deja en un bucle sin salida.
-Sobreprotegerlos en exceso, por ejemplo, “como no le gusta ir al dentista no le llevo”.
-Transmitirle nuestros propios miedos.
Obviamente damos lo que tenemos, y lo hacemos lo mejor que sabemos.
En el anhelo de querer lo mejor para ellos, perdemos la oportunidad de ver lo que realmente está sucediendo, y lo que sucede es una situación perfecta para aprender juntos.
Hagamos un ejercicio.
Trae a tu mente una imagen de algo que te de miedo, tal vez las alturas, ir en avión, las ratas, los fantasmas, ¿recuerdas algo que te daba miedo cuando eras niño/a?… Observa como responde tu cuerpo solo con imaginarlo.
Ahora imagina que tienes la suerte de estar acompañado, que alguien muy importante para ti está a tu lado, y visualízate al lado de esta persona, quizá de la mano mirando a esa situación que te da miedo¿quién te gustaría que estuviera a tu lado? ¿que necesitarías escuchar de esta persona? ¿como te toma de la mano? ¿Que sientes al saber que está serena, tranquila, segura, y a tu lado? Observa tu cuerpo, puedes sentir cómo se regula?
Las frases “No tengas miedo”, “vaya tontería”, …¿Esto te ayudaría o te asustaría mas, o incluso podría enfadarte?
Te gustaría en cambio que te dijeran o te hubieran dicho algo como “estoy aquí “, “estoy a tu lado”, “te acompaño, te comprendo”, “yo a veces también tengo miedo”, “puedo darte la mano, o abrazarte si lo necesitas”, “ Explícame que te asusta”, con una voz tranquila, serena. Si te has visualizado de niño/a imagina que esta persona tan importante para ti y tu supervivencia te fuera transmitiendo confianza, que no estas solo/a y que estará ahí para tí el tiempo que sea necesario. Si has pensado en un miedo que tenías cuando eras niño/a, es posible que hubieras necesitado sentir, que te iban a cuidar, defender, proteger, que de alguna manera te pudieran garantizar estar a salvo, seguro, y poder vivir.
Somos mammíferos…
Afortunadamente tenemos un cerebro mammífero, y podemos acompañar a nuestros hijos gracias a él. Esta parte del cerebro nos dota como a todos los mammíferos de la capacidad de cuidar de nuestra familia, de protegerla, de darle calor y soporte físico y emocional, porque sabe que de eso depende su propia supervivencia. Siente empatía y amor. Y digamos para resumir que funciona por sentido común.
Como mammíferos no podemos sobrevivir sanamente si estamos aislados, la manera es saber y sentir que pertenecemos y somos aceptados.
Ahora como padres, educadores, podemos comprender y acoger estas sensaciones, abrazándolas, a través la empatía y contacto (la voz, saber escuchar, el tacto...), y le damos la oportunidad a este organismo infantil de autorregularse y a sostener este conjunto de sensaciones que se producen cuando un organismo está asustado.
Recuerda…
El niño no necesita deshacerse de los miedos, sino sentir que hay alguien ahí que le haga sentir seguro y a salvo.
Es la sensación de soledad ante lo que da miedo que más asusta, que perpetúa esa sensación corporal. Sin embargo cuando el niño puede sentir que hay alguien ahí disponible emocionalmente, que lo sostiene, lo que verdaderamente le va a calmar . El miedo se acompaña con amor, y cuando se siente este amor, el miedo no puede sino disminuir hasta desaparecer y transformarse en recurso y capacitarnos para dar el siguiente paso.
Por tanto, si tu hijo/a tiene algún miedo, como padre, madre, ten certeza de que tu lugar es importante, tu función es fundamental para transmitirle seguridad, confianza y sobre todo para darle recursos para la gestión emocional.
Sé paciente contigo mismo/a, para ti también es un aprendizaje.
Si no te sientes capaz de transmitir esta confianza, si es tu propio miedo el que te paraliza, te asusta demasiado, o tienes algún tema que te gustaría consultarme puedes ponerte en contacto conmigo.